Por más que intentara darle vueltas a mi cabeza no se me ocurriría nada mejor que lo que seguidamente voy a escribir para definir las sensaciones que se agolpan en el paso de estos días, en primer lugar porque no soy ningún literato dotado para el ejercicio de la escritura y en segundo lugar porque pienso que en una gran mayoría de ocasiones lo que escribimos con los sentimientos a flor de piel termina siendo lo mejor que podráimos haber escrito sobre cualquier tema. Quizás mi análisis no sea acertado, quizás mis percepciones tornen cambiantes en el transcurrir de los días y los acontecimientos o quizás mis reflexiones solo sean deseos locos de alguien que piensa que luchar por aquello en que se cree siempre tiene mayor sentido que esperar a que las cosas sucedan por el transcurrir del tiempo.
Habrá quien no entienda el sentido de estar sentado en una plaza, a la intemperie, rodeado de personas que no conoces, compartiendo ideas que siempre creiste tenían que renacer, y dormir sin haberlo planeado con la inseguridad en el cuerpo de saber que lo que ya ha ocurrido puede volver a repetirse. Yo no aspiro a que hoy ni mañana lo entendáis, simplemente respetadlo.
La mañana siguiente al desalojo que sufrieron 200 personas en la plaza del ayuntamiento de Granada resultó crucial para que decidiera que mi compromiso con ese movimiento que se estaba gestando tenía que tomar un nuevo rumbo. Creo que no podría explicar con las palabras exactas los sentimientos mezclados de rabia, felicidad, impotencia y esperanza que despertaban y aún despiertan en mí todas y cada una de las personas que hoy están de alguna forma involucradas en el desarrollo de una nueva forma de entender la ciudadanía y tomar conciencia de la importancia de la participación en procesos activos de democracia.
El único temor de aquella primera noche (la segunda en el ayuntamiento de las y los valientes que estuvieron en la plaza desde el principio) el único temor provenía de vaticinar en que momento comenzaría el desalojo por parte de las fuerzas de "seguridad" (¡qué ironía más grande en estos casos!). Creo que apenas pude dormir 2 horas en aquella noche y al día siguiente debía subir a la facultad, pero para que engañarnos mi imsomnio no provenía del miedo al desalojo, sino de la felicidad encontrada en conversaciones impensables en ese lugar y a esas horas.
Los días han ido pasando y las opiniones sobre el movimiento se han sucedido. Evidentemente el 15M ha vencido muchos de los órdagos que hasta ahora le han enviado desde fuera. Conforme se alargaba la estancia de los mismos en las distintas plazas del país desde distintas esferas hay quienes proponen varias alternativas para no perder la fuerza conseguida, quienes apoyaron las intenciones animando al compromiso y resaltando la responsabilidad del voto y quienes lo ven como una esperanza y una forma de ruptura con un mundo sin valores. Pero el 15M tiene ante sí el reto más grande, luchar contra las posibles contradiciones que puedan surgir desde dentro. No nos engañemos, como dice Sampedro está claro que "esto va a cambiar, tiene que hacerlo", pero no podemos eludir la responsablidad que nos toca en decidir qué mundo queremos construir y cómo vamos a hacerlo.
Mis sentimientos no han cambiado desde aquella primera noche en la Plaza del Carmen, frente al ayuntamiento de Granada y junto a tantas personas inundadas por la sed de vivir en una democracia REAL.
Durante todos estos días he tenido la oportunidad de hablar con mil personas sobre todo lo referido a las acampadas y al movimiento. Dudas, esperanzas, miedos, propuestas, se han sucedido tanto en las conversaciones privadas como en las asambleas a las que he tenido la suerte de asistir. De todo lo escuchado hay 2 frases que creo que merecen ser repetidas una, otra y otra vez hasta que nos queden bien grabadas en la cabeza "la responsabilidad de lo que suceda con estas iniciativas es nuestra y de nuestro compromiso con ellas" y "dudar de las posibilidades de autorregulación del movimiento y no ser parte de esa autorregulación es matar nuestros sueños por no luchar por ellos".
Habrá quien no entienda el sentido de estar sentado en una plaza, a la intemperie, rodeado de personas que no conoces, compartiendo ideas que siempre creiste tenían que renacer, y dormir sin haberlo planeado con la inseguridad en el cuerpo de saber que lo que ya ha ocurrido puede volver a repetirse. Yo no aspiro a que hoy ni mañana lo entendáis, simplemente respetadlo.
La mañana siguiente al desalojo que sufrieron 200 personas en la plaza del ayuntamiento de Granada resultó crucial para que decidiera que mi compromiso con ese movimiento que se estaba gestando tenía que tomar un nuevo rumbo. Creo que no podría explicar con las palabras exactas los sentimientos mezclados de rabia, felicidad, impotencia y esperanza que despertaban y aún despiertan en mí todas y cada una de las personas que hoy están de alguna forma involucradas en el desarrollo de una nueva forma de entender la ciudadanía y tomar conciencia de la importancia de la participación en procesos activos de democracia.
El único temor de aquella primera noche (la segunda en el ayuntamiento de las y los valientes que estuvieron en la plaza desde el principio) el único temor provenía de vaticinar en que momento comenzaría el desalojo por parte de las fuerzas de "seguridad" (¡qué ironía más grande en estos casos!). Creo que apenas pude dormir 2 horas en aquella noche y al día siguiente debía subir a la facultad, pero para que engañarnos mi imsomnio no provenía del miedo al desalojo, sino de la felicidad encontrada en conversaciones impensables en ese lugar y a esas horas.
Los días han ido pasando y las opiniones sobre el movimiento se han sucedido. Evidentemente el 15M ha vencido muchos de los órdagos que hasta ahora le han enviado desde fuera. Conforme se alargaba la estancia de los mismos en las distintas plazas del país desde distintas esferas hay quienes proponen varias alternativas para no perder la fuerza conseguida, quienes apoyaron las intenciones animando al compromiso y resaltando la responsabilidad del voto y quienes lo ven como una esperanza y una forma de ruptura con un mundo sin valores. Pero el 15M tiene ante sí el reto más grande, luchar contra las posibles contradiciones que puedan surgir desde dentro. No nos engañemos, como dice Sampedro está claro que "esto va a cambiar, tiene que hacerlo", pero no podemos eludir la responsablidad que nos toca en decidir qué mundo queremos construir y cómo vamos a hacerlo.
Mis sentimientos no han cambiado desde aquella primera noche en la Plaza del Carmen, frente al ayuntamiento de Granada y junto a tantas personas inundadas por la sed de vivir en una democracia REAL.
Durante todos estos días he tenido la oportunidad de hablar con mil personas sobre todo lo referido a las acampadas y al movimiento. Dudas, esperanzas, miedos, propuestas, se han sucedido tanto en las conversaciones privadas como en las asambleas a las que he tenido la suerte de asistir. De todo lo escuchado hay 2 frases que creo que merecen ser repetidas una, otra y otra vez hasta que nos queden bien grabadas en la cabeza "la responsabilidad de lo que suceda con estas iniciativas es nuestra y de nuestro compromiso con ellas" y "dudar de las posibilidades de autorregulación del movimiento y no ser parte de esa autorregulación es matar nuestros sueños por no luchar por ellos".