jueves, 24 de junio de 2010

LA IMBECILIDAD DE LA ENSEÑANZA EN LA UNIVERSIDAD


Cuenta Miguel Ángel Santos Guerra en un una de sus conferencias un caso que no deja de llamarme la atención, en primer lugar porque según nos cuenta fue él quien se lo puso en práctica en sus clases en la Universidad y en segundo lugar por lo bien que refleja la actitud que tomamos en nuestro proceso de aprendizaje Universitario y porque sería muy útil que en vez de utilizar la demagogia para hablar del aprendizaje autónomo intentáramos llevarlo a cabo en todas sus vertientes. El caso se presenta de la siguiente manera:


El primer día de clase en una de sus asignaturas en vez de acudir a dar la clase a la hora determinada por el centro esperó 15 minutos en su despacho, haciendo esperar de este modo a todas las personas que tenían que acudir a esta asignatura.


Tras 15 minutos, para no arriesgarse a que los estudiantes salieran corriendo creyendo que el profesor no asistiría a clase, bajó camino del aula en el que tenía que impartir su docencia. Allí estaban todos, esperando, dilucidando quién sería el profesor que les había tocado, hay alrededor de 120 estudiantes. Él entra, con sus papeles en la mano, no les dirige la palabra, se sube a la tarima y comienza a impartir su temario.


“Buenos días, como profesor de la asignatura que nos ha tocado compartir. Sabéis que la asignatura se denomina Organización de las Instituciones Educativas. Es una asignatura larga, compleja, difícil…”


(En ese momento cuenta Santos Guerra como las caras de muchas de las personas que estaban en el aula reflejaban claramente “yo altero la matrícula, me cambio de profesor, ¿este no es el que hacía cosas innovadoras?” y prosigue la presentación)


“Vamos a empezar el primer día con el tema primero. Y ¡este tema es el fundamental!, los cimientos sobre los que se construye toda la disciplina”


Con letras claras y grandes escribe en la pizarra:


Epistemología genética y numismática de las organizaciones educativas.


1. Vertiente diacrónica (diacrónica lo escribió con los símbolos griegos que representan dia “a través” y cronos “tiempo”)
Vuelve a recalcar: “es decir, diacrónicamente hablando como ha evolucionado en un período de 25 años la epistemología genética y numismática de las organizaciones”


2. Vertiente sincrónica (vuelve a utilizar simbología griega)

“es decir, en nuestro entorno cultural , cómo está esta materia…”


De esta forma sigue agregando apartados. Pero hay en la clase 6 o 7 personas que no copian, para llamarles la atención y provocar que copien lo que escribe hace un paréntesis en la explicación.


“Este tema lo incluyo siempre en la evaluación, es un tema muy importante, el tema fundamental de la asignatura, advertirlo a quienes no han venido hoy a clase, no hay nada publicado sobre este tema, yo publicaré un libro, pero, ya habrán pasado los exámenes.”


Las caras de los presentes dejan claro una exclamación ¡lo sabe él solo!, ¡no hay nada escrito! y, encima nos va a preguntar de eso. En ese momento los 7 que no escribían han empezado a tomar nota y preguntar a los compañeros por lo que había dicho antes.


En ese momento el desconcierto del alumnado aumenta cuando el él dice: “punto final de los apuntes por este cuatrimestre”. Ya los que pensaban “menudo el que nos ha tocado” ahora piensan “este tío está loco”.


Él se acerca ana de las alumnas, coge los folios, lo muestra al resto y dice: “muy bien esto que tenéis aquí escrito podéis cogerlo, hacerle un marco y poned debajo LA IMBECILIDAD DE LA ENSEÑANZA EN LA UNIVERSIDAD. Colgadlo en vuestra habitación para recordarlo, porque la tragedia de esto no es que haya durado 10 minutos, es que puede durar todo el cuatrimestre, y yo puedo empezar a dar caña a quienes no van el segundo día, a quienes el cuarto día no asisten, vaya alumnado, no asiste a clase” En este punto aclara “¡para esa mierda van a ir!”.


Había un hueco en una parte de la pizarra que deliberadamente había dejado vacío, y les pregunta “¿qué pensáis de lo que ha pasado aquí?”. Según cuenta se produjo un silencio de más de 4 minutos, hasta que un valiente propició el diálogo:


- Yo no entendía nada.
- ¿Por qué no preguntaste?.
- Yo pensé, ya lo estudiaré solo cuando esté en casa.


Lo contabilizaron, en esos minutos ¡se habían producido 35 situaciones irracionales!


1. NO ENTENDÍAN NADA
2. YA LO ESTUDIARÉ EN CASA
3. SOLO EMPEZAMOS CUANDO LLEGA EL PROFESOR
4. …


Tras toda esta puesta en escena, el profesor pregunta ¿qué queréis ahora? ¿me subo a la tarima y lo hago de verdad o lo hacemos con una participación real?


Los estudiantes dijeron: ¿cómo?


“No hay nada hecho, os propongo que aquí y ahora hagamos el programa, las normas y la evaluación, entre todos, con participación de todos”.


Se estructuraron en grupos pequeños y a partir de aquí comenzaron a responder a las siguientes preguntas:


¿QUÉ QUEREMOS APRENDER?
¿CÓMO LO VAMOS A APRENDER?
¿CÓMO SABREMOS QUE LO HEMOS APRENDIDO?
¿CÓMO VAMOS A FUNCIONAR?


Realmente el alumnado no se lo creía, pero sin haber visto nada del tema muchas de las cosas que decían coincidían plenamente con lo que dicen los libros.


A veces, continúa explicando, mis compañeras y compañeros me dicen que eso es imposible, que ¿cómo van a hacer los estudiantes el programa de la asignatura? O ¿qué pasa si una clase de anatomía decide que no quiere estudiar el corazón?. Yo les respondo casi siempre lo mismo, para la primera, algo querrán aprender; para la segunda, es imposible que de 100 personas salgan imbéciles todas, imposible. Pero además si como profesor no soy capaz de explicarles y hacerles comprender que el funcionamiento del corazón es fundamental para estudiar anatomía, me tengo que dedicar a otra cosa.


Esta entrada está dedicada a aquel profesorado que, aún hoy día, se dedica a aplicar lo que dice en clase; piensa, aún hoy día, que sus estudiantes son capaces de hacer, construir, crear y pensar; confían, aun hoy día, que las personas queremos aprender y vamos a la universidad para seguir construyéndonos como personas; lucha, aún hoy día, porque la participación de los estudiantes no sea solo la retórica que todos estámos dispuestos a utilizar cuando nos hace falta y nos beneficia para publicar un libro o artículo. Son pocos, pero están ahí.

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